PLAZA BOLIVAR DE BARINAS

PLAZA BOLIVAR DE BARINAS
ESTATUA PEDESTRE DEL LIBERTADOR PLAZA BOLIVAR DE BARINAS

martes, 28 de enero de 2014

LLANO ADENTRO  EN LETRA VIVA

(Volumen II)


LOS LLANEROS Y LA LIBERTAD DE AMÈRICA


El llanero es el resultado de la mezcla del conquistador, el aborigen y el africano. De allí le viene su controversial conducta. El conquistador del llano “era un elemento vigoroso, con mucha sangre y fuerzas orgánicas, palpitantes, recias en la espesa red de sus nervios, y al chocar con aquel otro elemento pálido y entenebrecido por una naturaleza calurosa y monótona, venció y se impuso sin mayores resistencias hasta el extremo de hacerle desaparecer.”  Los llaneros, para muchos eran considerados sólo un puñado de hombres incivilizados, barbaros en su proceder, rústicos en sus costumbres y rebeldes ante los deseos del conquistador.
El llanero posee un apego casi espiritual, telúrico y humano que lo atan a esas inmensidades que le colman de valor para enfrentar tanto peligro y realizar acciones increíbles por los citadinos, conquistadores y colonos que quisieron imponerse ante esta raza de hombres que sin su participación en la gesta independizadora hubiese sido imposible la libertad de América. El mismo general Morillo lo reconoció al manifestar: "Catorce cargas consecutivas sobre mis cansados batallones, me hicieron ver que aquellos hombres no eran una gavilla de cobardes... sino tropas organizadas que podían competir con las mejores de su majestad el rey". También le escribió al rey  “Dadme cien llaneros y me paseo por Europa en nombre del Rey de España”.
            El general Morillo, si entendió que para vencer en la guerra era necesario ganarse a los llaneros a favor de la causa realista.  Él sostenía que estos desarrapados se habían convertido “en una pesadilla ya que le atacaban por los flancos y desaparecían y cuando eran perseguidos se volvían y los soldados españoles se clavaban solitos en sus largas lanzas”. Se valían de cualquier acción que con arrojo y valentía figuraban hazañas increíbles.
Como graficando la gesta libertadora el general Santander escribió: “No puedo pasar en silencio esa campaña de Apure donde las privaciones, las penalidades y los peligros se acumularon para probar nuestra constancia. No teníamos más patria que el terreno donde vivaqueábamos. Descalzos absolutamente, sin ropa, sin recursos, y alimentados solo con carne asada y sin sal, deseábamos los riesgos para acabar con gloria una vida tan amarga".
Sin la participación del llano y los llaneros no se hubiese logrado la libertad de América. Era tanta la fama de estos hombres que el capitán Domingo López Matute, quien fue de los llaneros de Boves y luego de Páez, desertó de la guarnición de Cochabamba, muy cerca de Argentina, a donde paso lanzado a la aventura, participando en varias revueltas al servicio de Facundo Quiroga; pero luego de haberse ganado la fama de aguerrido, intrépido y valiente, es hecho prisionero en ese país y fusilado en la plaza de Salta, ciudad ubicada al sur de la Argentina.
En una oportunidad el general Gregorio de la Madrid, quien conocía las hazañas de Matute y los llaneros le dijo al general Antonio José de Sucre: “… Ah mi General, si me diera unos doscientos hombres como esos que llevó Matute, yo le daría cuenta de toda la Confederación Argentina".
Eran “Hombres acostumbrados en sus pampas a sus ríos tormentosos, a domar caballos salvajes y a vencer cuerpo a cuerpo al toro bravío, al cocodrilo y al tigre”. Poseían la fiereza del tigre para vencer al ejército realista, vencedores en los más difíciles combates de la Europa y estos bravos llaneros apenas armados con lanzas de madera vencieron a tropas de soldados que les doblaban en número y en armamento.
Fueron los llanos y los llaneros los que brindaron todo el apoyo logístico a la guerra; ellos aseguraron el dinero, comida,  ganado, los mejores hombres y todos los recursos necesarios para emprender tal empresa.
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(Volumen II)


NAPOLEÒN SEBASTIÀN ARTEAGA

Nació en Barinas en 1805. Hijo del capitán de Milicias al servicio de la Corona don Francisco de Paula Arteaga y doña Josefa Lucía del Pumar y Callejo, hija de don José Ignacio del Pumar, Marqués de las riberas del Boconó y Masparro y Vizconde del Pumar.
Cuando estalla el movimiento emancipador, el 19 de abril de 1810, Napoleón Sebastián contaba tan sólo cinco años de edad, en ese mismo año muere su padre de una penosa enfermedad y en el año 1814 su abuelo, el Marqués, con más de ochenta años a cuestas, cae prisionero y muere en la cárcel de Guanare. Son estos los años más funestos de la guerra. El joven Napoleón Sebastián Arteaga es llevado a España. Cursa estudios en Cádiz; se prepara y vuelve a Venezuela, incorporándose activamente a la vida política y al ejercicio de un periodismo combativo.
Arteaga realizó nupcias con una dama de origen francés llamada Cruz Garcés, de cuya unión nacieron dos hijos: José Francisco y Belén, enviuda y contrae matrimonio con otra dama también de origen francés, la joven Antonia Soren, viniendo al mundo  de ese matrimonio Alberto, Amelia Antonia y Tulia Rosa.
Entre las funciones públicas desempeñadas por Arteaga se cuentan; editor, periodista, diputado a la Asamblea Provincial barinesa, miembro del Concejo Municipal del Cantón de Barinas, secretario general de gobierno, gobernador en varias oportunidades.
Su actividad política estuvo impregnada de las ideas liberales. Es catalogado como uno de los ideólogos de la revolución federal y sus funciones de editor y periodista las ocupó para enfrentar férreamente a los oponentes de la causa liberal a través de sus periódicos Misceláneas, El Barinés, El Rayo, entre otros.
A la hora de enfrentar al adversario político era temido y reconocido por emplear un verbo contundente, tenaz y sin rodeos. Se caracterizó por ejercer el periodismo crítico y combativo. También se le recuerda por ser uno  de los propulsores del Colegio Bolívar.
Napoleón Sebastián Arteaga, fue uno de los barineses más distinguido e importante de su época. Siempre se distinguió por tener una participación descollante en todos los actos de su vida pública y a pesar de su linaje y de correr por sus venas sangre de marqués, aunque parezca contradictorio, no escatimo esfuerzos para enfrentar con coraje y decisión la godarria barinesa.
Napoleón Sebastián Arteaga muere en la ciudad de Valencia en 1885, a la edad de ochenta años.
Los barineses nos sentimos orgullosos que la Casa de la Cultura de la ciudad de Barinas, ostente su nombre.



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(Volumen II)


LA BATALLA DE SANTA INÈS


La pelea fue una larga jornada que comenzó como a las nueve de la mañana, todo el pueblo de Santa Inés era zamorano, tanto era su fervor por el ejercito federal que tenían los altares llenos con lámparas de aceite de corozo, alumbrando a la virgen para proteger con su fe, la vida de los federales.
Fue una pelea muy aguerrida, las casas del pueblo se estremecían con los disparos del famoso cañón “burro negro” que tenía apuntalado el gobierno en el sitio donde llaman la encrucijada, muy cerca donde estaba la trinchera mayor.
En el fervor de la batalla los godos cortan la retirada por los lados de San Lorenzo, para atacar por el río con la intención de salir por la retaguardia. Zamora tenía todo el estado mayor en la plaza y al darse cuenta de lo que se proponía la gente del gobierno, mandó a custodiar la costa del río y  a meterle candela a unos montarascales de gamelote y guinea.
 El General Ramos ordena al Coronel Antonio Jelambi que tome la calle y este le dice que ese acto es un crimen, - sería un suicidio metérsele a la gente de Zamora por esa parte. El General  Ramos le contesta que se retire, pero el Coronel Antonio Jelambi demostrando que no era cobarde y mostrando su valentía se hizo matar.
Los caneyes de la hacienda “San José” que eran propiedad del general oligarca Juan Manuel Cevallos sirvieron de hospitales a la cantidad de heridos que quedaban de la sangrienta pelea.
A las tres de la mañana cesaron los fuegos, quedando apenas unas escaramuzas regadas y Ramos dándose cuenta de la trágica derrota, decide emprender viaje hacia Barinas, con lo poco que le quedaba de su ejército,  pero Zamora les da alcance llegando a Maporal y les echó otra trilla de plomo junto a Matas Azules, hasta llegar a Banco e’ La Mesa.
Todas estas cosas me las contó una tarde barinesa don Pedro Vicente Lozada Provenzali, hijo de don Juan Vicente Lozada, testigo presencial de la pelea y nieto del General Gil Rivera, oficial de Zamora. Las narro para que no se pierdan en estos  tiempos de nuevos héroes que avasallan el alma nacional.
            Zamora, siempre cargaba un sombrero alón con un quepis azul, que quería decir; pueblo y ejercito juntos. Este controversial personaje, para unos el General del pueblo soberano, el terror de la oligarquía o el Valiente Ciudadano; pero para otros es el incendiario de Barinas, el pulpero de Cúa, cuatrero, bandido y sanguinario.
            Es razonable pensar que aquel que solo ha escuchado el nombre de Zamora, ya sea en el sencillo verbo de la exaltación de sus hazañas o en el candente repudio de la godarria, sentirá de acuerdo a ambas circunstancias la sensación de admiración o pánico.
            Tal situación aun persiste a través del tiempo.
            Ezequiel Zamora, es quien concentra todo el descontento popular producto de las promesas incumplidas de los generales de la independencia. José Antonio Páez se convirtió en un elemento servidor de la oligarquía naciente y uno de los mayores terratenientes de la nueva República.
 Zamora, es el caudillo político y militar que aprovecha las circunstancias que lo transforman en la esperanza redentora de un pueblo con sed de justicia social, ansioso de una autentica  libertad que les permitiera vivir en igualdad de condiciones.
Es innegable que si la bala asesina de la mañana del 10 de enero de 1860 en San Carlos, no hubiese acabado con la vida de este hombre, que distintas fueran las cosas en este país.
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(Volumen II)


LA GUERRA FEDERAL

En 1858 se prende la antorcha de la revolución; pero es el 20 de febrero de 1859, al proclamarse la Guerra Federal en la ciudad de Santa Ana de Coro, cuando se enciende definitivamente la hoguera de la revolución.
Hoy día se puede afirmar con certeza que en el proceso federal se enfrentaron dos ideologías, combatidas con dos formas de concebir la guerra. Las fuerzas patriotas de la revolución, comandadas magistralmente por Ezequiel Zamora, un hombre de innegable cualidades militares pero de formación empírica; y las fuerzas gubernamentales regidas por Manuel Vicente de Las Casas, oficial graduado en la academia fundada por el teniente coronel Juan Manuel Cajigal.
Por ser escenario de la revolución, como en el período de la Independencia, Barinas sufre los avatares de la guerra. En todo su territorio se originan escaramuzas y enfrentamientos entre grupos oligarcas y federales.
En Barinas, el bariniteño Napoleón Sebastián Arteaga sería el ideólogo de esta revolución, llamada Guerra Larga o Guerra de los Cincos Años. En su natal Barinitas, los godos son derrotados por seiscientos hombres de los liberales comandados por el Coronel Natividad Pettit y José Ignacio Pulido; los derrotados huyen a la provincia de Mérida.
El pueblo de Calderas casi desaparece debido a los constantes ataques de los oligarcas  andinos y en otro pueblo cercano a las riberas del Apure, Nutrias, hubo sucesivos combates entre las fuerzas oligarcas comandadas por el general Facundo Camero y las fuerzas revolucionarias dirigidas por el general Pedro Manuel Rojas Mercado.
Siguió avanzando el tiempo y se fue sembrando en el alma de los hombres la esperanza redentora, como no ha dejado de ocurrir en este país, lleno de desengaño y promesas incumplidas. Promesas de patria libre y de igualdad social para todos.
Por ello es que el 10 de diciembre de 1859, cuando los campos de Santa Inés sirvieron de escenario de una de las más importantes batallas ocurridas en toda la historia política y militar de Venezuela, desde Coro a Barinas sólo se oía en la voz de hombres y mujeres impregnados de sueños y esperanza redentora el canto de la federación.


El cielo encapotado
anuncia tempestad
y el sol tras de las nubes
pierde su claridad.

Las tropas de Zamora
al toque del clarín
derrotan las brigadas
del godo malandrín.

Aviva la candela
el viento barinés
y el sol de la victoria
alumbra en Santa Inés.

¡Oligarcas, temblad,
viva la libertad!
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(Volumen II)


NI PA’ DIOS NI PAL’ DIABLO

Va  el general Ezequiel Zamora, camino a Santa Inés y  se tira por la pica del zamuro coge la playa el Bostero, mas abajito de la Candelaria, sale a Mata Azules, donde llaman  Maporal, sigue por una mata grande que llaman El Amparo, pasa por  el estero negro hasta llegar a La Palma pasa por una parte que llaman la mata de la gallera, hasta que entra por el camino del Cucharo y llega a los campos de Santa Inés.
Zamora, coge camino hacia el pueblo entrando por la calle Real y a media cuadra de la iglesia a la salida del viejo cementerio se detiene frente a la casa Ribereña donde vivía el cabo Martin Espinoza, quien ya era celebre y temido por su modo de hacer la guerra.
Allí estaba el indio  Martin Espinoza, como pensando en malos presagios, acostado en un catre de cuero de toro matrero.
Zamora, va a la pulpería de la esquina de la plaza, sombreada por los majestuosos e imponentes samanes, manda a llamar a Espinoza con un soldado, el soldado cumple la orden.
Estando Espinoza renco y acostado en la casa Ribereña llego el soldado a buscarlo y le dijo:
-       Al general Zamora que haga el favor de ir  allá.
El cabo Martín Espinoza repuso maliciosamente.
- Dígale a su general que me es imposible ir ya que no puedo caminar.  
Espinoza se había cortado un jarrete donde llaman el estero del Padre, cerquita del pueblo de Santa Inés. Se lo corto cuando fue a naricear  un novillo y el animal cabeceó y lo corto.
-Mi general el cabo Espinoza le manda a decir que no puede venir porque tiene un jarrete cortado.
Dadas estas circunstancias Zamora lo mando a buscar en una silla de cuatro manos y cuatro máuseres.  Al llegar los  soldados a la casa Ribereña,  Espinosa sin temblarle la voz les dice:
-          A yo se pa’ que  el general me manda a busca, ya se me va a fusilá.
En toda la esquina de la plaza, frente a los frondosos samanes, estaba la pulpería donde se firmaba el ejecútese  de la sentencia de muerte del indio Martín Espinoza, por el hecho de llevar la guerra por su cuenta, tal vez  por el odio profundo hacia los oligarcas que lo convirtieron en un verdadero sanguinario. Producto dela venganza que juro hacerle a los ricos y blancos desde que un grupo armado del gobierno le violaron y asesinaron su mujer, una indiecita muy agraciada que desde muy moza compartía su vida, desde cuando el indio era balsero del Guanare viejo y vivían en una casita empalmada en las sabanas de Guanarito. Ese hecho lo convirtió en el celebre sanguinario que no le temblaba el pulso para pasar por las armas a todo aquel que oliera a gobierno, solo se le oía el celebre grito: “engrille caray”  y la victima era decapitada al momento.
Espinoza, llega a la plaza y bajo la sombra de los frondosos samanes se quita el anillo de oro de dieciocho quilates y ostentoso diamante que le había arrancado con dedo y todo  a un godo en Barinas. El anillo lo lanza hacia los pastizales frente a la  calle Real, escuchándosele en su fuerte y temida voz: “Ni pa’ Dios ni pal’ Diablo.
            Lo  boto lejos. Lo buscaron, y no hubo modo que lo consiguieran. Lo buscaron y lo siguen buscando como aun se buscan las ansias de redención social.
El indio Martin Espinoza hizo la revolución a su modo, nunca supo de federación, ni de doctrina alguna;  con su ejército de hombres hambrientos y sedientos de igualdad social, cargado de rabia y sed de venganza, que causaba pánico a sus mismos compañeros en sus arengas guerreras gritaba eufórico: “vámonos pa’ Caracas a matar todo el que sea blanco, todo el que sepa leer y escribir y todo el que sea rico”.

*Otro de los capítulos que conforman mi libro: “Entre nieblas y sabanas, relatos de la federación. Próximo a publicarse

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(Volumen II)


GUERRAS Y GUERRILLAS

El general Cordero, ducho en estos menesteres de guerras y guerrillas, dispone que las fuerzas que obraban en Cojedes, Portuguesa, Barinas y Apure tomasen los cuarteles en tiempo de lluvia, cuando las cortinas de agua cayeran sobre estos inmensos  llanos, y sus sabanas se convirtieran en mares de agua y así de esta manera hacerle a los federales la guerra de recursos en el mes de julio de 1860.

Para esa época ocupaba el comandante Facundo Camero Ciudad de Nutrias, que hacía poco que la había tomado con fuerzas de San Fernando, acompañándole en esta operación los comandantes Carrillo, Francisco Torres y Mirabal.

Camero se asume a órdenes  del Cuartel General al detenerse en Nutrias y espera allí una combinación que se efectuara con el fin de sitiar a Barinas, pero no hubo tal combinación y Camero aunque con tropas suficientes y con muy buenos jefes, se encontró aislado, pero tenía vía franca por agua y contaba con un vapor y sus bongos que lo harían salir de tal situación.

El general Pedro Manuel Rojas reúne las distintas guerrillas cercanas a Nutrias, inmediatamente decide combatir al ejército de Camero desde los montes, varias veces en la Tejería ó a orillas de la población.

 Cuando las guerrillas de Pedro Manuel Rojas daban el frente eran atacadas vigorosamente por las fuerzas del gobierno, sin quedarles más oportunidad que volver al monte.

Ante todas estas cosas las tropas de Camero empezaban a sentir la falta de subsistencia, le minaban las enfermedades, y cada día las calamidades se hacían más notorias en el grupo de hombres hambrientos y enfermos, que casi cedían ante tanta desesperanza. Este dramático episodio se unía al hecho que cuando los soldados desesperados por el hambre, salían en busca de alimentos, no les era casi posible cumplir tal propósito ya que las caballerías federales estaban también sobre Nutrias y las dificultades eran tal, que cuando salían a coger ganado les era casi imposible.
Comprendiendo su situación, viendo que se perdería todo si continuaba en Nutrias, este jefe experimentado en los avatares de estas largas guerras decide abandonar  la ciudad, con los restos que tenía para poder subsistir a los embates del tiempo, pero sale de Nutrias precisamente después de haber sufrido grandes pérdidas en aquella retirada que fue una verdadera derrota.

En seguida el general Pedro Manuel Rojas, ocupó  Nutrias quedando, una vez mas dueño de la ciudad, después del duro combatir. Por estos hechos los federales quedaron en posesión de toda la provincia de Barinas, del Alto Apure y de una gran porción de Portuguesa. Eran los primeros días de julio, días de torrenciales aguaceros, cuando todos los pájaros cantan y la luna y los garceros hacen del paisaje un gran encaje que se teje en el ancho y caudaloso  río de aguas turbulentas y desafiantes.

Continúan los meses. Luego de esta derrota el comandante Camero es llamado a Caracas y a su regreso a San Fernando ya los federales de Apure comenzaron a hacerse dueño  de Achaguas, Guárico, Cabrutas y el Orinoco.

En agosto, al mismo tiempo, una guerrilla fuerte que se había formado en Barquisimeto mandada por uno de los tantos generales improvisados que acostumbraban a nombrarse en estas guerras y guerrillas. Este mal llamado General, era un tal Patiño que amenaza las poblaciones de esa provincia; este “general” de charreteras prestadas que no podía ser más que un soldado sanguinario y asesino,  pudo lograr con sus actos crueles y abominables hacerse un individuo  temible  en toda la comarca. Su nombre causaba pánico en Quibor, El Tocuyo, demás pueblos circunvecinos y parte de Portuguesa.

Este generalucho  es uno más de los tantos pillos y bandoleros que impusieron el miedo y el terror a través de sus atroces fechorías, en esta guerra larga que un día fue germen de redención para todo un pueblo desposeído, sediento de igualdad y justicia social. Pero como siempre han ocurrido las cosas en este país desorientado y sin ideales. Los mismos que proliferaban ¡tierras y hombres libres! Se hicieron más ricos y se convirtieron en terratenientes. Esta es la misma historia que se repite a través de los años, sólo cambian los actores.

Fue trascurriendo el tiempo y se fue sembrando en el alma de los hombres confundidos con el ideal de igualdad, de tierras para todos, de justicia social y patria libre. Promesa que nunca se cumplió, ni se cumplirá jamás mientras no encontremos nuestros propios derroteros y nos encontremos a nosotros mismos.

Se siguen formando guerrillas en todo lo alto y ancho de nuestra geografía. Los movimientos de Siqui-siqui, Aragua,  Cojedes y Guárico contribuyeron con el triunfo del general Pedro Manuel Rojas en Ciudad de Nutrias; incorporándosele  después las fuerzas de los generales Quintero y Vásquez que venían de Guanare acompañados de los generales José María Hernández, Víctor Pulido, José Ezequiel Bruzual, Juan Vicente García; reuniéndose a poco más de mil hombres de tropas de infantería y caballería.

Consolidándose de esta manera un gran ejército de hombres hambrientos de Libertad. ¡Patria o Muerte¡ era la consigna.

*Uno de los relatos que conforman “Entre nieblas y sabanas, relatos de la federación.
LLANO ADENTRO  EN LETRA VIVA

(Volumen II)


¡MORDIERON EL PEINE, CARAJO!

A la memoria afectuosa de mis dos inolvidables maestros,
 José Esteban Ruiz-Guevara y José León Tapia.

Haciendo referencia a Ezequiel Zamora, líder indiscutible de la Guerra Federal, comandante y estratega de la célebre Batalla de Santa Inés, donde sus campos se convirtieron en escenario de esta acción que marcó un hito en la historia militar de Venezuela, América y el mundo.  Aprovechare entregar a ustedes algunos de los capítulos que conforman una serie de relatos ocurridos entre nieblas y sabanas en la famosa guerra larga y que espero publicarles pronto, con el nombre Entre nieblas y sabanas, relatos de la federación, como legajo de la tradición oral recogida entre muchos ancianos  de este país, quienes siempre tienen cosas que contar y como decía José León Tapia: “…si yo u otro no  la  recoge, está  destinada  a perderse”.


El sol afilaba sus rayos  radiantes en el amanecer del nuevo día, Zamora seguía caminando desde el paso del río hasta la puerta, cuando venía la gente de Ramos y cogieron el paso del Faustero y agarraron a la derecha para salir al camino real.

 -Mordieron el peine, carajo -exclamó con voz de triunfo el general Zamora.

La gente de Ramos venía derechito hacia las trincheras que eran zanjones o enormes cunetas con estacas de macanas grandes, cubiertas por encima de monte o del mastranto  sabanero; allí caen pereciendo casi toda la caballería quedando estacadas.

 -Fue toda  una masacre –comentaban pesarosos los viejos del pueblo.

En el trapiche, ubicado en la hacienda San José,  propiedad del general oligarca Juan Manuel Cevallos, estaba el coronel José Desiderio Trias.

Los caneyes de esta hacienda sirvieron de hospitales a la cantidad de heridos que iba dejando esa férrea  y campal batalla, que por muy poco tiempo fue esperanza de redención para el pueblo desposeído.

Tan hábil fue Zamora que cuando la gente del gobierno cogió camino para el Cucharo y pasaron el Caño e’  Monte, este le decía a su gente:

-Déjenlos pasar, déjenlos pasar.  Dejen que la canoa agarre su propio nado.

Hasta que entraron a la hacienda donde estaba esperándolos el coronel José Desiderio Trías.

El desastre mayor fue en la hacienda, en el paso el Faustero y en la encrucijada del camino.

En la Palma, Zararito y Caño e’ Monte, eran únicamente avanzaditas cortas, escaramuzas donde estratégicamente les dejó entrar en calor,  repitiéndole a su gente:

-Déjenlos entrar, déjenlos que avancen que mordieron el peine, ¡Carajo! Por pendejos y desprevenidos.

De la hacienda San José a la pica que llaman Marianera, hecha por la tropa de Ramos; la gente se dividió en dos bandos unos hacia la pica Marianera y los otros a la costa del  Faustero, saliéndoles de frente a las trincheras.

El general Zamora eufórico le decía a su gente:

-Los godos cayeron en la trampa ¡Mordieron el peine, carajo! Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Tonto no le gana a vivo, sino echando charapo. Ahora si, la patria va’ se pa’ todos. Se jodieron los ricos. ¡Oligarcas temblad!, ¡Viva la libertad! Mordieron el peine por pendejos.

La gente del gobierno se dirigió muy feo, el fantasma de la derrota fue tal que los condujo hasta El Real, llegaron a Juana María, de ahí volvieron a chocar al Real buscando la pica El Zamuro, pica hecha por la gente de Zamora. Pasaron el río para salir a Maporal y  Matas Azules, la gente del gobierno trató de coger el rumbo que llevaba Zamora, pero no cogieron la costa del río. La suerte acompañaba a Zamora, porque si la gente de Ramos hubiera cogido la costa del río por el camino que llaman el Barrillero se le hubiese presentado un percance serio a los federales porque ahí no habían avanzadas ningunas, estaba el puro pueblo que rezaba por el triunfo de su ejército  federal. Pero le hicieron caso al ciego que vengándose la muerte de su perrito les dijo:

-No se vayan por San Lorenzo, váyanse por El Guamito.

El gobierno acaba de sellar su derrota y los godos de Barinas cogieron camino a Mérida.

Los campos de Santa Inés después de la larga pelea quedaron en silencio, con miles de muertos que tapizaban la sabana, las enormes montañas con sus  mijaos y cedros, en la sombra de la noche, vieron la veloz huida de los oligarcas.
Santa Inés: batalla de redención, victoria  de los federales.