LLANO ADENTRO EN LETRA VIVA
(Volumen
II)
NI
PA’ DIOS NI PAL’ DIABLO
Va el general Ezequiel Zamora, camino a Santa
Inés y se tira por la pica del zamuro
coge la playa el Bostero, mas abajito de la Candelaria, sale a Mata Azules,
donde llaman Maporal, sigue por una mata
grande que llaman El Amparo, pasa por
el estero negro hasta llegar a La Palma pasa por una parte que llaman la
mata de la gallera, hasta que entra por el camino del Cucharo y llega a los
campos de Santa Inés.
Zamora, coge camino hacia el
pueblo entrando por la calle Real y a media cuadra de la iglesia a la salida
del viejo cementerio se detiene frente a la casa Ribereña donde vivía el cabo
Martin Espinoza, quien ya era celebre y temido por su modo de hacer la guerra.
Allí estaba el indio Martin Espinoza, como pensando en malos
presagios, acostado en un catre de cuero de toro matrero.
Zamora, va a la pulpería de la
esquina de la plaza, sombreada por los majestuosos e imponentes samanes, manda
a llamar a Espinoza con un soldado, el soldado cumple la orden.
Estando Espinoza renco y
acostado en la casa Ribereña llego el soldado a buscarlo y le dijo:
-
Al
general Zamora que haga el favor de ir
allá.
El cabo Martín Espinoza repuso
maliciosamente.
- Dígale a su general que me es
imposible ir ya que no puedo caminar.
Espinoza se había cortado un
jarrete donde llaman el estero del Padre, cerquita del pueblo de Santa Inés. Se
lo corto cuando fue a naricear un
novillo y el animal cabeceó y lo corto.
-Mi general el cabo Espinoza
le manda a decir que no puede venir porque tiene un jarrete cortado.
Dadas estas circunstancias
Zamora lo mando a buscar en una silla de cuatro manos y cuatro máuseres. Al llegar los
soldados a la casa Ribereña,
Espinosa sin temblarle la voz les dice:
-
A
yo se pa’ que el general me manda a
busca, ya se me va a fusilá.
En toda la esquina de la
plaza, frente a los frondosos samanes, estaba la pulpería donde se firmaba el
ejecútese de la sentencia de muerte del
indio Martín Espinoza, por el hecho de llevar la guerra por su cuenta, tal vez por el odio profundo hacia los oligarcas que
lo convirtieron en un verdadero sanguinario. Producto dela venganza que juro
hacerle a los ricos y blancos desde que un grupo armado del gobierno le
violaron y asesinaron su mujer, una indiecita muy agraciada que desde muy moza
compartía su vida, desde cuando el indio era balsero del Guanare viejo y vivían en una casita empalmada en las sabanas de
Guanarito. Ese hecho lo convirtió en el celebre sanguinario que no le temblaba
el pulso para pasar por las armas a todo aquel que oliera a gobierno, solo se
le oía el celebre grito: “engrille caray”
y la victima era decapitada al
momento.
Espinoza, llega a la plaza y
bajo la sombra de los frondosos samanes se quita el anillo de oro de dieciocho
quilates y ostentoso diamante que le había arrancado con dedo y todo a un godo en Barinas. El anillo lo lanza
hacia los pastizales frente a la calle
Real, escuchándosele en su fuerte y temida voz: “Ni pa’ Dios ni pal’ Diablo.
Lo boto lejos. Lo buscaron, y no hubo modo que
lo consiguieran. Lo buscaron y lo siguen buscando como aun se buscan las ansias
de redención social.
El indio Martin Espinoza hizo
la revolución a su modo, nunca supo de federación, ni de doctrina alguna; con su ejército de hombres hambrientos y
sedientos de igualdad social, cargado de rabia y sed de venganza, que causaba
pánico a sus mismos compañeros en sus arengas guerreras gritaba eufórico: “vámonos pa’ Caracas a matar todo el que sea
blanco, todo el que sepa leer y escribir y todo el que sea rico”.
*Otro de los capítulos que conforman mi libro: “Entre nieblas y sabanas, relatos de la
federación. Próximo a publicarse
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