LLANO ADENTRO EN LETRA VIVA
(Volumen
II)
LA BATALLA DE SANTA INÈS
La pelea fue una
larga jornada que comenzó como a las nueve de la mañana, todo el pueblo de
Santa Inés era zamorano, tanto era su fervor por el ejercito federal que tenían
los altares llenos con lámparas de aceite de corozo, alumbrando a la virgen
para proteger con su fe, la vida de los federales.
Fue una pelea muy
aguerrida, las casas del pueblo se estremecían con los disparos del famoso
cañón “burro negro” que tenía
apuntalado el gobierno en el sitio donde llaman la encrucijada, muy cerca donde
estaba la trinchera mayor.
En el fervor de la
batalla los godos cortan la retirada por los lados de San Lorenzo, para atacar
por el río con la intención de salir por la retaguardia. Zamora tenía todo el
estado mayor en la plaza y al darse cuenta de lo que se proponía la gente del
gobierno, mandó a custodiar la costa del río y
a meterle candela a unos montarascales de gamelote y guinea.
El General Ramos ordena al Coronel Antonio
Jelambi que tome la calle y este le dice que ese acto es un crimen, - sería un
suicidio metérsele a la gente de Zamora por esa parte. El General Ramos le contesta que se retire, pero el
Coronel Antonio Jelambi demostrando que no era cobarde y mostrando su valentía
se hizo matar.
Los caneyes de la
hacienda “San José” que eran propiedad del general oligarca Juan Manuel
Cevallos sirvieron de hospitales a la cantidad de heridos que quedaban de la
sangrienta pelea.
A las tres de la
mañana cesaron los fuegos, quedando apenas unas escaramuzas regadas y Ramos
dándose cuenta de la trágica derrota, decide emprender viaje hacia Barinas, con
lo poco que le quedaba de su ejército,
pero Zamora les da alcance llegando a Maporal y les echó otra trilla de
plomo junto a Matas Azules, hasta llegar a Banco e’ La Mesa.
Todas estas cosas
me las contó una tarde barinesa don Pedro Vicente Lozada Provenzali, hijo de
don Juan Vicente Lozada, testigo presencial de la pelea y nieto del General Gil
Rivera, oficial de Zamora. Las narro para que no se pierdan en estos tiempos de nuevos héroes que avasallan el
alma nacional.
Zamora,
siempre cargaba un sombrero alón con un quepis azul, que quería decir; pueblo y
ejercito juntos. Este controversial personaje, para unos el General del pueblo
soberano, el terror de la oligarquía o el Valiente Ciudadano; pero para otros
es el incendiario de Barinas, el pulpero de Cúa, cuatrero, bandido y
sanguinario.
Es
razonable pensar que aquel que solo ha escuchado el nombre de Zamora, ya sea en
el sencillo verbo de la exaltación de sus hazañas o en el candente repudio de
la godarria, sentirá de acuerdo a ambas circunstancias la sensación de
admiración o pánico.
Tal
situación aun persiste a través del tiempo.
Ezequiel
Zamora, es quien concentra todo el descontento popular producto de las promesas
incumplidas de los generales de la independencia. José Antonio Páez se
convirtió en un elemento servidor de la oligarquía naciente y uno de los
mayores terratenientes de la nueva República.
Zamora, es el caudillo político y militar que
aprovecha las circunstancias que lo transforman en la esperanza redentora de un
pueblo con sed de justicia social, ansioso de una autentica libertad que les permitiera vivir en igualdad
de condiciones.
Es innegable que
si la bala asesina de la mañana del 10 de enero de 1860 en San Carlos, no
hubiese acabado con la vida de este hombre, que distintas fueran las cosas en
este país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario