PLAZA BOLIVAR DE BARINAS

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ESTATUA PEDESTRE DEL LIBERTADOR PLAZA BOLIVAR DE BARINAS

martes, 28 de enero de 2014

LLANO ADENTRO  EN LETRA VIVA

(Volumen II)


LA BATALLA DE SANTA INÈS


La pelea fue una larga jornada que comenzó como a las nueve de la mañana, todo el pueblo de Santa Inés era zamorano, tanto era su fervor por el ejercito federal que tenían los altares llenos con lámparas de aceite de corozo, alumbrando a la virgen para proteger con su fe, la vida de los federales.
Fue una pelea muy aguerrida, las casas del pueblo se estremecían con los disparos del famoso cañón “burro negro” que tenía apuntalado el gobierno en el sitio donde llaman la encrucijada, muy cerca donde estaba la trinchera mayor.
En el fervor de la batalla los godos cortan la retirada por los lados de San Lorenzo, para atacar por el río con la intención de salir por la retaguardia. Zamora tenía todo el estado mayor en la plaza y al darse cuenta de lo que se proponía la gente del gobierno, mandó a custodiar la costa del río y  a meterle candela a unos montarascales de gamelote y guinea.
 El General Ramos ordena al Coronel Antonio Jelambi que tome la calle y este le dice que ese acto es un crimen, - sería un suicidio metérsele a la gente de Zamora por esa parte. El General  Ramos le contesta que se retire, pero el Coronel Antonio Jelambi demostrando que no era cobarde y mostrando su valentía se hizo matar.
Los caneyes de la hacienda “San José” que eran propiedad del general oligarca Juan Manuel Cevallos sirvieron de hospitales a la cantidad de heridos que quedaban de la sangrienta pelea.
A las tres de la mañana cesaron los fuegos, quedando apenas unas escaramuzas regadas y Ramos dándose cuenta de la trágica derrota, decide emprender viaje hacia Barinas, con lo poco que le quedaba de su ejército,  pero Zamora les da alcance llegando a Maporal y les echó otra trilla de plomo junto a Matas Azules, hasta llegar a Banco e’ La Mesa.
Todas estas cosas me las contó una tarde barinesa don Pedro Vicente Lozada Provenzali, hijo de don Juan Vicente Lozada, testigo presencial de la pelea y nieto del General Gil Rivera, oficial de Zamora. Las narro para que no se pierdan en estos  tiempos de nuevos héroes que avasallan el alma nacional.
            Zamora, siempre cargaba un sombrero alón con un quepis azul, que quería decir; pueblo y ejercito juntos. Este controversial personaje, para unos el General del pueblo soberano, el terror de la oligarquía o el Valiente Ciudadano; pero para otros es el incendiario de Barinas, el pulpero de Cúa, cuatrero, bandido y sanguinario.
            Es razonable pensar que aquel que solo ha escuchado el nombre de Zamora, ya sea en el sencillo verbo de la exaltación de sus hazañas o en el candente repudio de la godarria, sentirá de acuerdo a ambas circunstancias la sensación de admiración o pánico.
            Tal situación aun persiste a través del tiempo.
            Ezequiel Zamora, es quien concentra todo el descontento popular producto de las promesas incumplidas de los generales de la independencia. José Antonio Páez se convirtió en un elemento servidor de la oligarquía naciente y uno de los mayores terratenientes de la nueva República.
 Zamora, es el caudillo político y militar que aprovecha las circunstancias que lo transforman en la esperanza redentora de un pueblo con sed de justicia social, ansioso de una autentica  libertad que les permitiera vivir en igualdad de condiciones.
Es innegable que si la bala asesina de la mañana del 10 de enero de 1860 en San Carlos, no hubiese acabado con la vida de este hombre, que distintas fueran las cosas en este país.

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