LLANO ADENTRO EN LETRA VIVA
(Volumen
II)
¡MORDIERON EL
PEINE, CARAJO!
A la memoria afectuosa de mis dos
inolvidables maestros,
José Esteban Ruiz-Guevara y José León Tapia.
Haciendo
referencia a Ezequiel Zamora, líder indiscutible de la Guerra Federal,
comandante y estratega de la célebre Batalla de Santa Inés, donde sus campos se
convirtieron en escenario de esta acción que marcó un hito en la historia
militar de Venezuela, América y el mundo.
Aprovechare entregar a ustedes algunos de los capítulos que conforman
una serie de relatos ocurridos entre nieblas y sabanas en la famosa guerra
larga y que espero publicarles pronto, con el nombre Entre nieblas y sabanas, relatos de la federación, como legajo de
la tradición oral recogida entre muchos ancianos de este país, quienes siempre tienen cosas
que contar y como decía José León Tapia: “…si
yo u otro no la recoge, está
destinada a perderse”.
El sol afilaba sus rayos radiantes en el amanecer del nuevo día, Zamora
seguía caminando desde el paso del río hasta la puerta, cuando venía la gente
de Ramos y cogieron el paso del Faustero y agarraron a la derecha para salir al
camino real.
-Mordieron el peine, carajo -exclamó con voz
de triunfo el general Zamora.
La gente de Ramos venía derechito
hacia las trincheras que eran zanjones o enormes cunetas con estacas de macanas
grandes, cubiertas por encima de monte o del mastranto sabanero; allí caen pereciendo casi toda la
caballería quedando estacadas.
-Fue toda
una masacre –comentaban pesarosos los viejos del pueblo.
En el trapiche, ubicado en la hacienda
San José, propiedad del general oligarca
Juan Manuel Cevallos, estaba el coronel José Desiderio Trias.
Los
caneyes de esta hacienda sirvieron de hospitales a la cantidad de heridos que
iba dejando esa férrea y campal batalla,
que por muy poco tiempo fue esperanza de redención para el pueblo desposeído.
Tan hábil fue Zamora que cuando la
gente del gobierno cogió camino para el Cucharo y pasaron el Caño e’ Monte, este le decía a su gente:
-Déjenlos pasar, déjenlos pasar. Dejen que la canoa agarre su propio nado.
Hasta que entraron a la hacienda donde
estaba esperándolos el coronel José Desiderio Trías.
El desastre mayor fue en la hacienda,
en el paso el Faustero y en la encrucijada del camino.
En la Palma, Zararito y Caño e’ Monte,
eran únicamente avanzaditas cortas, escaramuzas donde estratégicamente les dejó
entrar en calor, repitiéndole a su gente:
-Déjenlos entrar, déjenlos que avancen
que mordieron el peine, ¡Carajo! Por pendejos y desprevenidos.
De la hacienda San José a la pica que
llaman Marianera, hecha por la tropa de Ramos; la gente se dividió en dos
bandos unos hacia la pica Marianera y los otros a la costa del Faustero, saliéndoles de frente a las
trincheras.
El general Zamora eufórico le decía a
su gente:
-Los godos cayeron en la trampa ¡Mordieron
el peine, carajo! Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Tonto no le gana
a vivo, sino echando charapo. Ahora si, la patria va’ se pa’ todos. Se jodieron
los ricos. ¡Oligarcas temblad!, ¡Viva la libertad! Mordieron el peine por
pendejos.
La gente del gobierno se dirigió muy
feo, el fantasma de la derrota fue tal que los condujo hasta El Real, llegaron
a Juana María, de ahí volvieron a chocar al Real buscando la pica El Zamuro,
pica hecha por la gente de Zamora. Pasaron el río para salir a Maporal y Matas Azules, la gente del gobierno trató de
coger el rumbo que llevaba Zamora, pero no cogieron la costa del río. La suerte
acompañaba a Zamora, porque si la gente de Ramos hubiera cogido la costa del
río por el camino que llaman el Barrillero se le hubiese presentado un percance
serio a los federales porque ahí no habían avanzadas ningunas, estaba el puro
pueblo que rezaba por el triunfo de su ejército
federal. Pero le hicieron caso al ciego que vengándose la muerte de su
perrito les dijo:
-No se vayan por San Lorenzo, váyanse
por El Guamito.
El gobierno acaba de sellar su derrota
y los godos de Barinas cogieron camino a Mérida.
Los campos de Santa Inés después de la
larga pelea quedaron en silencio, con miles de muertos que tapizaban la sabana,
las enormes montañas con sus mijaos y
cedros, en la sombra de la noche, vieron la veloz huida de los oligarcas.
Santa Inés: batalla de redención,
victoria de los federales.
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